lunes, 29 de noviembre de 2010

El Príncipe y el Potro

¿Es que he dormido, hasta que tú has abierto estos abiertos ojos de mi carne?
¿Quién es el fantasma que entra en cada una de mis extremidades, el fantasma del que fui, o el del que seré?
¿Porqué me reflejo en tus ojos, y tus ojos se reflejan en mis ojos que vuelven a reflejarte, y en tus ojos me veo otra vez aparecer, como tú apareces en los míos?
¿Porqué primero sale cantando un ángel heroico, en una cascada de capitanes que por adorarte morirían, antes que el caballo de fuego, que pronto enseñará la espada de su carne a tu cielo humedecido?
¿Porqué pronto el adorador embelesado al caníbal profanador abre paso? ¿Porqué, si en la hipnosis de mis miradas tus cabellos se hacían tiranía de beatrices idolatradas, pronto un perro jabalí jadeante pasea sus rayos oculares por tus muslos, y tus nalgas?
¿Cómo reúno en un gesto, en una palabra de exactitudes estrelladas y hechas llave mágica, al místico que ante tu altar se prosterna, y al centauro que sobre ese mismo lugar sagrado quiere penetrarte?
¿No te asustarás si tengo la mitad del rostro de un muchacho, y la otra es la de un lascivo chivo babeante?
¿No huirás, si junto que con esta flor, te enseño mi virilidad hecha
sangre quemante?
¿No volverás a subir al cielo, si junto con la plegaria que tu nimbo me hace lanzar al aire, balbuceo las más atrevidas y subterráneas indecencias?
¿Relámpagos y collares de rosas serán hermanables? ¿Palabras y jadeos, igual de comprensibles?
¿Me pondré la sotana del inexpugnable respeto? ¿O rasgaré tu ropa frente a tus padres?
¿Qué haré con este príncipe y este potro que brincan de mi pecho, de mi vientre suben, saltan de mi cabeza hendida?
¿Por ti, por ti acaso podré uncirlos, y hacerlos un solo ser de vuelo y cabalgata, un único ser de aire y fuego, acaso por ti, por tus ojos que han abierto los ojos de mi carne?


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