sábado, 20 de noviembre de 2010

La Tumba de Julio Verne

Los lugares donde no hemos estado pueden llegar a impresionarnos de manera más poderosa que aquellos que osamos hollar con nuestra presencia. Asi me ha ocurrido con una imagen, una imagen que me ha conmovido de un modo profundo, porque parece venir de las profundidades de la tierra misma. En el Cementerio de La Madeleine, en Amiens, está enterrado uno de los 21 (de mis 21): Julio Verne. Pocas, sino ninguna me atrevería a decir, ninguna de las tumbas que he visto me ha producido la impresión de esta. Toda tumba trae un prístino hálito de muerte, un aroma de putrefacción primaveral y agua de invierno negro, un suave susurro de gusano y aniquilación a nuestro corazón; solo unas pocas nos azotan con una luminosa estela que nos permite avizorar, por unos pocos segundos, el relámpago y la intensidad desencadenada de una existencia ya vivida, y llevada a su gloriosa plenitud. Tal vez ninguna cause la sensación de vencer a la muerte como esta, la tumba de Julio Verne. En ese héroe desgarrado que asciende, están la cabalgata de Miguel Strogoff y la furiosa misantropía del Capitán Nemo; el arrojo de Picaporte y la helada intrepidez de Phileas Fogg, el ciego salto del Capitán Nicholl y Miguel Ardan. Ningún pedazo de tierra muerta, ninguna lápida mohosa, ninguna letra de mortal semiborrada por la lluvia en ninguno de los cementerios de todo el mundo, tiene la belleza y la furia, el estallido primordial que parece crear con un solo gesto mundos paralelos y mundos reales, de esta tumba, la tumba de un mortal que se llamó Julio Verne. Y, contemplando esta foto de un lugar en el que no he estado, siento de nuevo al niño dentro de mí, el niño que estuvo en la Luna y en los desiertos despiadados, en el último roquerío del mundo y en una proa hacia su destino, y con la mano de carne y mármol hacia arriba, puedo repetir las palabras de Axel Liddenbrock:  
" Sentí que renacía un nuevo fuego en el interior de mi pecho; olvidé los padecimientos del viaje y los peligros del regreso. Lo que otro hombre había hecho también quería hacerlo yo, y nada que fuese humano me parecía imposible.¡Adelante! ¡Adelante!"

1 comentario:

  1. Impresionante tu comentario,quizas en todas las premoniciones y adelantos que julio verne nos confesó,este fue el último del que quizo dejar constancia,en el que nos da un hilo de esperanza acerca de la vida en si misma y de la esperanza para aquellos que niegan el final de su propia existencia.

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